El toque de queda vuelve a evidenciar la vulnerabilidad de las personas sin hogar


Con el establecimiento del toque de queda, la situación de las personas sin hogar se puede agravar: además de tener más dificultades para cubrir necesidades básicas, pueden sufrir más inseguridad porque quedarán expuestas en la calle y podrían ser sancionadas. Ponemos sobre la mesa algunas actuaciones básicas y que consideramos líneas rojas, para no agravar más su vulnerabilidad.

A las 22h de la noche del pasado domingo se iniciaba el toque de queda en Cataluña y las calles quedaban prácticamente vacías. Como ya ocurrió durante el estado de alarma, no todo el mundo ha podido quedarse en casa porque no todo el mundo tiene un hogar.

No hay datos actualizados que permitan saber a cuántas personas afectará esta nueva medida contra el covid-19. Los últimos datos del gobierno catalán que permiten saber cuántas personas viven en la calle en Cataluña son del año 2017 y hablan de 2.347 personas. Según los últimos recuentos de personas sin hogar, en Barcelona hay más de 1.200 personas viviendo al raso, en Tarragona son unas setenta personas y en Girona y en Lleida hay contabilizadas, como mínimo, 60 y 55 personas sin hogar, respectivamente.

Durante los meses del estado de alarma ya pasó: las personas que viven al raso se vieron más solas y se sentían más inseguras porque había poca gente por la calle, más presencia policial y las informaciones sobre dónde comer, descansar o ducharse iban cambiando.

En Barcelona, ​​además, se produjeron tres homicidios que acabaron con la vida de tres hombres que vivían en la calle y actualmente sigue el procedimiento judicial, en el que Arrels participa como acusación popular. También se dieron casos en municipios como Barcelona y Sant Adrià del Besòs en los que se multó a personas que estaban en la calle y que no se podían confinar. Desde Arrels, conocemos a 16 personas que han recibido sanciones por este motivo.

¿Qué nos preocupa?

Con el toque de queda actual, las ciudades y municipios catalanes quedarán más vacías para la noche y nos preocupa que pueda aumentar la inseguridad hacia las personas que viven al raso, así como la posibilidad de ser multadas por no poder cumplir la norma.

Nos preocupa que la información sobre esta nueva situación no llegue a todas las personas que viven al raso y también algunas dificultades añadidas que estos días están encontrando las personas que viven en la calle, como es acceder a un lavabo, tomar un café caliente o descansar, porque no se puede acceder a bares y restaurantes.

Desde el inicio de la pandemia, la mayoría de comedores sociales ofrecen la comida para llevar; esto puede hacer que haya personas que lleven más de siete meses que no coman ni cenen caliente. Otros recursos importantes como los espacios de día donde las personas pueden descansar han tenido que limitar el aforo y, en consecuencia, las personas que duermen en la calle se ven obligadas a pasar más tiempo al raso durante el día.

Propuestas básicas para no agravar la situación de las personas que viven en la calle

Las actuaciones de urgencia desarrolladas por diferentes municipios de Catalunya desde el inicio de la pandemia por covid-19 han puesto de manifiesto la problemática de las personas que viven en la calle. Vamos tarde en disponer de una estrategia y una actuación a largo plazo coordinada entre las diferentes administraciones y agentes sociales. Faltan, a todos niveles, políticas decididas que garanticen el derecho a la vivienda y recursos para conseguir que nadie tenga que dormir en la calle. Aunque hay pocos municipios que apuesten por recursos estables para las personas sin hogar, para acompañar y generar vínculos de confianza durante todo el año, y por la vivienda permanente y digno.

Más allá de la necesidad de una visión conjunta y de medidas a corto, medio y largo plazo para que todos tengan un hogar, para que todos tengan un hogar, desde Arrels lanzamos una serie de ideas muy básicas para no agravar aún más la situación de las personas que están viviendo en la calle:

  • Es responsabilidad de todos los municipios atender a las personas que viven y se encuentran en una situación de vulnerabilidad. Negar la atención a las personas sin hogar y dirigirlas a municipios más grandes no solo no soluciona el problema sino que desvincula a la persona de su entorno y satura otros sistemas de atención. Los municipios más pequeños también deben velar por las personas sin hogar que viven en sus calles.
  • Las personas que duermen al raso no pueden ser objeto de sanciones por estar en la calle durante el toque de queda ni para beber, comer o hacer sus necesidades en la vía pública. Tampoco se pueden producir prácticas como obligar a las personas a moverse de lugar o lanzar sus pertenencias. Son prácticas abusivas y criminalizadoras y un ejemplo más de la vulneración de derechos y la inseguridad a la que habitualmente están expuestas las personas que viven en la calle.
  • Toda la vida de las personas que viven al raso pasa en la calle. Ante la falta de aseos públicos suficientes en muchos municipios, el cierre de bares y restaurantes es una dificultad añadida para que puedan acceder a un lavabo. Además de los servicios de higiene públicos y privados que hay en algunos municipios, es necesario que las personas que viven al raso tengan acceso a aseos: instalando aseos públicos y facilitando el acceso a los baños de equipamientos como bibliotecas, centros cívicos , centros de salud, museos, centros deportivos, etc.
  • Es necesario garantizar la alimentación calientes a las personas que viven al raso. Desde el inicio de la pandemia, se han producido cambios en los diferentes servicios dirigidos a personas sin hogar. En el caso de la alimentación, hay entidades que han dejado de ofrecer comida, hay comedores sociales que han reducido los turnos o el aforo y en la actual ‘nueva normalidad’ predominan los picnics para llevar. Es necesario que las administracions centren sus esfuerzos en ofrecer una alimentación caliente y en un espacio de reposo para las personas que viven en la calle.
  • Reforzar la vinculació de las personas al sistema sanitario es uno de los retos en la atención a las personas sin hogar que toma especial importancia en la actual segunda ola de la pandemia. Una manera de hacerlo es reforzar los equipos de calle que visitan a personas que viven al raso y dotarlos también de profesionales de la salud que ofrezcan atención en la calle. Los equipos de calle también deben permitir que las personas tengan acceso a la información sobre los recursos y servicios disponibles. Además, se necesitan protocolos para que no se dé de alta en los hospitales a ninguna persona sin una alternativa habitacional.
  • Hay que abrir de manera inmediata pequeños espacios diurnos y nocturnos que puedan acoger grupos reducidos de personas que viven al raso. Deben ser espacios que respeten las medidas de seguridad de esta pandemia y que se adapten a la realidad y necesidades de las personas, es decir, enfocados a una alta comprensión de diversas problemáticas asociadas a vivir en la calle, como los problemas de salud mental o las drogodependencias.

Todas estas medidas son de mínimos y persiguen no agravar las situaciones de vulnerabilidad que viven las personas sin hogar. En ningún caso deberían hacer que se pierda de vista el derecho al acceso a la vivienda.

 

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